El
sistema de clasificación por colores junior es importante que se incluya en las
bibliotecas escolares pues estos centros de información suelen tener
estanterías abiertas a los usuarios para que ellos puedan realizar sus propias
búsquedas por sí solos, sin embargo, puede ser un poco lento si no se toma en
cuenta que su colocación lleva un orden establecido.
Además
de que es una población joven que tiene dificultad para leer o no sabe del todo
reconocer las palabras, por eso surgen una manera fácil de comunicarles lo que
identifica cada temática de las colecciones. Por lo que el fin de esta
clasificación dirigida especialmente para los niños es que sean sus propios
protagonistas en satisfacer sus necesidades de información básicas, donde no
necesiten de toda una intervención por parte del bibliotecólogo, sino que solo
sea un apoyo.
Ubillo
(2005) puntualiza muy bien este punto al expresar que:
El
acercamiento al mundo del libro y la lectura es una experiencia vivencial,
incluso para aquellos que aún no aprenden a leer ni escribir. En la biblioteca
estos pequeños usuarios, incursionan por un mundo nuevo, en el que el
bibliotecario es una guía y apoyo, permanente (p.1).
Por
ello, es importante darles a conocer mediante una guía visual a los niños a que
temática responde a cada color que visualizan en el lomo del libro, para que
sepan cómo deben buscar mediante los colores. Aunque su importancia no solo radica para los
usuarios, también para el centro de información por si mismo, pues le otorga
una facilidad visual al bibliotecólogo a la hora de atender consultas, el poder
identificar con un solo vistazo a que área de conocimiento pertenecen los
libros y a ordenarlos en un menor tiempo sin esfuerzo.
Sin embargo,
estos planteamientos se remontan muchos años atrás siendo el primer autor en
establecerlo en 1986 por Dewey Decimal Classification for School Libraries y de
allí van surgiendo otros autores que se van identificándose bajo ideas
similares que fueron modificándose, Petroccelli (2017) menciona
que Dobra de Lesta en 1988 planteo clasificar obras infantiles en base a la
distribución de la clasificación decimal Dewey, aunque cambiando que las obras
infantiles se subclasificaran en 8c, 8f y así sucesivamente utilizando la
primera letra que identifica ese género (p.4).
Mas
tarde, Petroccelli (2017) menciona que Rueda en 1998 piensa, refiriéndose a los
niveles de estudio, colocar adhesivos de colores: “donde el rojo representa
nivel inicial, el azul - primer ciclo de Primaria, amarillo - segundo ciclo de
Primaria y verde - tercer ciclo de Primaria (p.5)”. Sin embargo, es hasta el
2010 en el que se acerca más al código junior que conocemos, pues es Changas
que dice el colocar etiquetas coloridas en los lomos de los libros, pero
siguiendo un criterio muy específico siendo: “de acuerdo con el grado de
dificultad de escritura, la cantidad de texto y/o dibujos contenidos, el tipo
de fuente utilizada o el grado de profundidad en la presentación de los temas
(p.6)”.
Y es
tan solo un año después se habla del trabajo que realizo la Facultad de Letras
de la Universidad Federal de Minas Gerais, muy similar a lo mencionado
anteriormente, basado en las áreas del conocimiento de la clasificación decimal
Dewey, pero utilizando matices de colores para diferencia documentos con
información a primera vista similar.
Referencia
Bibliográfica
Ubillo, A. (2005). Clasificación por colores
en bibliotecas para niños: Proponiendo el código junior en colores. Recuperado
de http://eprints.rclis.org/7142/1/Clasificacion_por_Colores.pdf
Petroccelli, P. (2017). La organización del
conocimiento en bibliotecas escolares uruguayanas. Recuperado de file:///C:/Users/jguat/AppData/Local/Packages/Microsoft.MicrosoftEdge_8wekyb3d8bbwe/TempState/Downloads/GT8-Petroccelli%20(1).pdf
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